Los directivos pueden conocer las andanzas en la Red de sus empleados y husmear en los correos electrónicos privados
[09-03-01]
Antonio Lorenzo (Gaceta de los Negocios, 09/03/2001)
EL ordenador de la oficina puede convertirse en el delator de los empleados menos precavidos. Eso le ocurrió a Francisco Javier Gallego, nombre ficticio de un ex empleado de una compañía de seguros. Perdió su empleo hace tres meses por una serie de circunstancias entre las que el propio afectado incluye su afición a participar en chats.
Gallego, según reconoce a este periódico, ' ha escarmentado' y nunca más se prestará a veleidades durante la jornada laboral. Ese arrepentimiento no le impide alzar el tono de voz para reprobar el comportamiento escasamente ético de sus ex directivos, quienes presuntamente fisgaron en sus archivos y correos electrónicos. Pese a su malestar, según el afectado, lo último que se le pasaría por la cabeza sería litigar contra su ex empresa.
Este auxiliar administrativo ilustra una realidad ante la que los internautas han tomado partido con beligerancia.
Cualquier informático puede sonreir con suficiencia si alguien le desafía con documentos confidenciales, recibidos o enviados a través de ordenador conectado a una red. Toda esa actividad de la oficina inteligente pasa por el tapiz de un servidor. El técnico sólo tiene que dar las órdenes precisas para poner al descubierto el objetivo de sus pesquisas. A modo de embudo virtual, cada movimiento realizado en la empresa por Internet deja un rastro que difícilmente se puede ocultar a los ojos de los expertos.
De forma doméstica, el usuario puede eliminar parte de las pruebas de su deambular por la Red acudiendo al menú de Herramientas de Internet y allí pinchar el apartado de Opciones de Internet. Una de las posibilidades consiste en borrar los archivos temporales y, otra, hacer lo mismo con el historial. Otro camino de limpieza consiste en abrir la carpeta del sistema operativo (Windows, por ejemplo) y allí esfumar los restos acumulados en las carpetas de Cookies y de Temporary Files. Los datos anteriores se pueden mandar a la papelera y luego vaciarla. Pese a estos esfuerzos, siempre existen rutas más sofisticadas para que la información sensible quede al descubierto. Es decir, el usuario puede borrar el rastro en su ordenador de sus andanzas en Internet, pero no del servidor.
Un remedio casero para evitar que el empresario conozca el contenido de los emails consiste en abrir una cuenta gratuita (tipo hotmail o latinmail), ya que allí la empresa sólo puede conocer el tiempo que el usuario ha estado en la web.
Existen aplicaciones informáticas, como las que promociona la dirección www.el-espia.com, por las que los interesados pueden ' tener una idea muy aproximada de toda la actividad que se realiza en un ordenador de forma invisible para el usuario' , según la propia web. Con esta herramienta se puede detectar abusos, accesos no autorizados, páginas de Internet visitadas, saber lo que los empleados o hijos hacen en el ordenador, y averiguar qué programas se utilizan, cuando y durante cuanto tiempo. El pasado mes de febrero, la Audiencia Nacional obligó al BBVA a dar su brazo a torcer y autorizar a los empleados a difundir notas de interés sindical por medio del correo electrónico de la empresa. En adelante, el uso del correo electrónico será un capítulo a discutir en los convenios.
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