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  • Argentina: ¿Se puede controlar la ciberdelincuencia? [09-01-01]  


    LA JUSTICIA BUSCA LA FORMA DE CASTIGAR A QUIENES DELINQUEN POR INTERNET.

    El debate está abierto. Mientras los fiscales pretenden mayor severidad para castigar los delitos cometidos e través de Internet, los defensores piden más cautela. Los primeros argumentan que prohibirles el acceso a Internet es apenas el primer paso. Y quienes se oponen argumentan que excluirlos de la red disminuye las probabilidades de lograr que se rehabiliten.

    Después de que finalizó la relación que los unía, él creó una página web que contenía los datos básicos de su vida, una foto bastante osada y un dato: ella posaría desnuda para cualquiera que pagara por ello. Entonces, ella acudió a la justicia para pedir que obligaran a su ex a restringir sus acciones, y finalmente le concedieron una orden que le prohibía contactarse con ella, personal o electrónicamente. Sin embargo, el acoso reapareció al poco tiempo, esta vez con forma de comentarios despectivos enviados a los chat rooms locales. “Es tan fácil abrir cuentas en la red, de e-mails o para navegar gratis –comenta la víctima del acoso, que no da su nombre por miedo a la venganza– que no es difícil permanecer largo tiempo escondido haciendo porquerías sin tener que asumir ninguna responsabilidad por ellas.” Porque aunque es posible adaptar viejos remedios (como órdenes de restricción) para tratar nuevos delitos, hacerlos cumplir en el ciberespacio es casi imposible.

    “La sola idea de imponer judicialmente a alguien que no va a tener acceso a Internet es como aplicar una orden de restricción para un caso de abuso doméstico –explica el abogado bostoniano Andrew Updegrove, que se especializa en casos de tecnología–. Es como si la sociedad estuviera bromeando consigo misma”. Tomemos, por ejemplo, los términos de la libertad condicional impuestos a un joven de 33 años de Pennsylvania, que fue arrestado después de viajar a Boston para lo que, esperaba, iba a ser un encuentro sexual con dos chicas adolescentes de Belmont, a las que que conoció a través de la Red. Tras declararlo culpable de enviar por e-mail a las chicas imagenes de sexo explícito, se le prohibió usar Internet, salvo que estuviera en su trabajo o siendo supervisado.

    Igualmente, a un hombre de 20 años de Missouri que fue encontrado culpable de enviar amenazas a través de Internet a un colegio se le prohibió no solamente tener una computadora con acceso a Internet en su casa, sino, también, permanecer sin supervisión dentro de un edificio con una computadora conectada a Internet. “Sentencias como esa pueden parecer una broma –opinó el abogado de Kenneth Carson, copresidente del comité de leyes de Internet y computadoras de la Boston Bar Association y vicepresidente de mycounsel.com (mi asesoramiento), que provee de información legal a los consumidores y pequeños negocios–. Pero ciertamente acentúan la preocupación que los jueces tienen por estas nuevas formas del crímen”.

    Con la cantidad de formas de navegar disponibles fuera de casa y del trabajo (terminales de aeropuertos, bibliotecas, cibercafés y tecnologías inhalámbricas), muchos se preguntan si estas restricciones no son más una molestia que un freno. Pero, así y todo, teniendo en cuenta que Internet ofrece una nueva frontera para el crimen, los jueces han tratado de crear sentencias a la medida de los agresores que usan la computadora. La indignación de los padres que se sienten desvalidos para proteger a sus hijos de los que abusan de los menores a través de la red también animó a los fiscales a buscar nuevos castigos que limiten el acceso de los acosadores.

    Sin embargo, como Internet se está transformando en un protagonista central de la sociedad estadounidense, los jueces se muestran reticentes a imponer restricciones muy severas por miedo a que se los acuse de usurpar los derechos de los acusados y, en muchos casos, los defensores y los abogados muy liberales opinan que prohibir el acceso a Internet puede tener un efecto contraproducente en los delincuentes, como no permitirles buscar trabajo para rehabilitarse. “Es como si para evitar que alguien consuma pornografía o llame a menores por teléfono, se le ordenara que no leyera nada o que no usara el teléfono –explicó John Reinstein, abogado de la American Civil Liberties Union de Massachussets–. No es mi intención criticar a la corte sino, simplemente, sugerir que estas sentencias tienen el riesgo de ser más estrictas de lo necesario”.

    Algunos fiscales admiten lo ridículo que es imponer sentencias muy severas e imposibles de imponer. “No siempre, ni siquiera muchas veces, insistimos en las restricciones de conexión a Internet porque reconocemos la dificultad que existe para hacerlas cumplir –explicó Timothy Feeley, presidente del Major Crimes Unit de la oficina del fiscal de los EE.UU.–. No quiero sugerir que las condiciones de la libertad condicional no deberían incluir restricciones. Pero, desde el punto de vista práctico, son muy difíciles de hacer cumplir.” De hecho, la Policía y los oficiales de libertad condicional no tienen los recursos necesarios para rastrear las actividades por e-mail, las visitas a los chat rooms y otras actividades de cada culpable de felonía por Internet. Y, además, está la cuestión de qué puede hacerse para monitorear a los predadores del ciberespacio sin ejercer una censura muy severa. “Creo que, si se creara un mecanismo exitoso para efectivizar este tipo de sentencias, la sociedad consideraría inaceptable tal grado de invasión a la privacidad”, opinó el doctor Updegrove.

    Fuente: El Clarín - Argentina


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